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La subordinación

Georg Simmel

 

Simmel, Georg (1927). La subordinación. En Sociología: estudios sobre las formas de socialización. Tomo III. Madrid. Revista de Occidente. 1977.

Reseña. 

Para Simmel la subordinación es una forma «social». Se da de manera sutil, tal es así que existe una cierta espontaneidad y actividad que presenta el sujeto subordinado. Sin embargo no es que la subordinación sea “algo” unilateral, no sólo va de un punto a otro, lo que impediría que se pudiera hablar de ella como una forma sociológica. Quitándole ese aspecto parcial, la subordinación no es simplemente un acontecer mecánico sino que presenta un carácter sociológico, sociogénico, pues en ella se escondía una acción recíproca, quien ostenta el mando también es un subordinado. Aclarado esto se propone tres especies de subordinación ejercidas por un mando, estas son: por un individuo, por un grupo y por un poder objetivo, sea social o ideal

El mando por individuo: La subordinación de un grupo a una persona presenta dos consecuencias, 1) unificar al grupo y 2) crear oposición hacia el dominante. La primera se da cuando concuerdan los intereses del grupo con los de la cabeza o líder, o bien que esos intereses no concuerden, el grupo se une para seguir o para enfrentar. La enemistad entre elementos sociales y los celos (véase el ejemplo del harem turco que da Simmel), son los medios en los que la segunda consecuencia puede advertirse. 

El mando por grupo: Se parte de una estructura sociológica, donde hay una división de grupos en subgrupos “cuyo papel social está ligado a su igualdad numérica o, al menos, a su determinación numérica […], a este género pertenece la determinación de la posición social atendiendo exclusivamente al patrimonio, así como la formación de los grupos según grados fijos” (p. 36), es decir se habla de jerarquías. En esta especie de subordinación puede presentarse la sumisión hacia un solo mando o bien a una pluralidad, en este último caso de instancias superiores se tendrá que pueden ser enemigas o extrañas, pero también puede que presenten una relación de subordinación entre sí.

En el escrito de Simmel hay un paréntesis llamado Digresión sobre la sumisión de las minorías a las mayorías, en el que se presentan dos ideas, la primera es que la mayoría se muestra “como la representación natural de la comunidad y participa de aquel sentido que posee la unidad del todo por encima de la mera suma de individuos, sentido que no carece de cierto tono supraempírico y místico”, aquí se tiene la noción y afirmación de que “la mayoría posee el «derecho por naturaleza»” (p. 67), entonces la minoría queda como subalterna de la mayoría porque es natural que ésta tome las decisiones. En la segunda idea se plantea que el grupo constituye una unidad objetiva con voluntad propia “Desde este momento, la voluntad del Estado, del municipio, de la Iglesia, de la asociación, existe por encima de los antagonismos entre las voluntades individuales, como también por encima del cambio temporal de los sujetos”, y dado que la voluntad es una “ ha de obrar de un modo determinado, unitario” bajo la suposición de que “la mayoría conoce o representa mejor que la minoría aquella voluntad colectiva” (p. 67), y dado que la minoría pertenece o está dentro de esa voluntad es que queda sometida. 

Tras el paréntesis se regresa a la última especie de subordinación. Mando por un poder objetivo, que “se presenta cuando la subordinación no es a un individuo ni a una pluralidad sino a un principio impersonal, objetivo. En este caso queda excluida toda acción recíproca, al menos inmediata; lo cual parece ser causa de que esta forma de subordinación no posea el elemento de la libertad” (pp. 73-74). Tómese por ejemplo la ley “Es, pues, siempre el contenido de la ley el que determina que la ley valga más o menos que la subordinación a una persona” (p. 76).

La subordinación a un principio objetivo, sólo tiene interés sociológico inmediato en dos casos fundamentales: 1) “cuando aquel principio ideal superior puede considerarse como condensación psicológica de un poder real social”, esto son “los imperativos morales. En la conciencia moral nos sentimos subordinados a un precepto, que no parece dimanar de ningún poder humano, personal” (p.77), es algo así como una norma que debe ser cumplida por sí misma, no por mí, ni por ti; 2) “cuando crea relaciones específicas y características entre aquellos que le están subordinados en común” (p. 77), o si se prefiere “consiste en determinar la acción de este principio [ideal] sobre las mutuas relaciones entre los subordinados. En este sentido debe tenerse ante todo en cuenta que la subordinación ideal, antecede con frecuencia una subordinación real” (p. 84), véase el ejemplo de la servidumbre, el ejército y la jerarquía católica. 

Habiendo tratado las tres formas de subordinación Simmel nos habla de una especie de aura que queda en aquello que en determinado momento se tuvo como superior, lo cual provoca que a pesar de ya no contar con subalternos el superior se mantenga o mantengan (en el caso del mando por pluralidad) para sí como tales, es decir, se conservan cualidades superiores en potencia. De igual manera nos habla de la posibilidad que tienen los subordinados de librarse de su condición, claro a costa de ponerse después ellos como los superiores, bien sea de sus antiguos superiores bien de otros más “abajo” que ellos. Pareciera que la aspiración de libertad no radica en su obtención, sino en ascender al escalón siguiente, que posiblemente queda representado por aquello a que estaba sometido, el punto es llegar a dominar.

En líneas finales y en torno a formaciones especiales de subordinación se plantea un problema sociológico, de carácter general: “La subordinación constituye, por una parte, una forma de organización objetiva de la sociedad; por otra parte, empero, expresa las diferencias personales cualitativas que existen entre los hombres” (p. 113), la relación que hay entre estas determinaciones y el influjo de esta sobre la forma de socialización es el broche de oro con el que el autor da fin a su escrito. 

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