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El contagio mental

Dr. A. Vigouroux y Dr. P. juquelier

 

Vigouroux, A. y Juquelier, P. (1906). El contagio mental. Madrid, Jorro-Editor. 

Reseña.

Libro escrito por los doctores: Dr. A. Vigouroux y Dr. P. Juquelier, traducido por Cesar Juarros a la lengua española en el año de 1906.

La obra está dividida en dos partes, la primera parte en once capítulos; en los que se nos habla que bajo el título de “contagio mental” se pretenden analizar aquellos estudios elaborados sobre el contagio de aquellos actos reflejos, de los estados emotivos, de los sentimientos, de las percepciones, movimientos involuntarios, ideas y creencias, es decir, de todas la actividades del eje cerebro-espinal.

Con la metáfora de “contagio mental” se quiere decir que la influencia moral que se ejerce sobre un hombre hacia otro hombre, generalmente,  ocurre inconscientemente ya que para que esto ocurra debe existir un ‘contagiador y un contagiado’. El contagiado imita sin conocimiento alguno las acciones del cotagiador, podemos decir que es una imitación inconsciente.

La idea de “imitación involuntaria” es una noción que resulta difícil definir, en el capítulo dos nos hablan sobre la importancia de este concepto y la diferencia que existe entre las acciones conscientemente imitadas y las que no lo son. Desde el punto de vista de diversos autores, se define que nuestras acciones son hechos que si resultan ser involuntarios, son hechos  que resultan de un contagio mental.

Otro concepto tratado en estos capítulos es el de la “sugestión”. La cual se dice que es la transformación de una idea impuesta en un acto. Este fenómeno está asociado al “contagio mental” debido a que, se dice son actos idénticos, pero difieren por un carácter exterior. Para imponer una sugestión, basta con  la idea de imponer un símbolo, un gesto, una palabra: pero imponer esta idea intencionalmente se realiza con el fin de obtener una realización activa. Sin embargo, para que se dé un contagio mental, ese símbolo impuesto  debe de ser algo convencional, algo que los otros sean capaces de imitar. Es decir, ese signo perceptible es realizado e interpretado por los sugestionados como un acto que conserva su inteligencia pero somete su voluntad y da conciencia a la sugestión.

En otro capítulo de este libro se dice que: El mecanismo general del desarrollo de la imitación involuntaria o contagio mental, surge a partir de toda aquella representación mental, en todas las operaciones que realiza nuestro cuerpo, estas operaciones se traducen al exterior por medio de nuestros movimientos musculares  y modificaciones en la circulación, etc. De aquí se deduce que  la lectura del pensamiento se reduce siempre a la comprobación e interpretación de las modificaciones orgánicas que se producen en un sujeto. En general podemos decir que las reacciones motrices son las responsables de nuestras sensaciones, percepciones, emociones,  sentimientos e ideas. Por lo tanto el contagio es, producido de fuera hacia dentro.

 

El contagio de los movimientos y de los actos es impuesto por un movimiento reflejo completo. Es decir, el reflejo ideal es el que está compuesto por un solo elemento nervioso. Sin embargo, este reflejo “ideal” es imposible de realizar debido a que todas nuestras células nerviosas poseen conexiones múltiples que excitan a más de una célula y a la vez estas van aumentado la intensidad de las reacciones motrices. Entonces se dice que todo acto primero voluntario, se convierte en reflejo; el hábito, la memoria, no son otra cosa que la facultad de cumplir de modo reflejo los actos primeramente voluntarios. Muchas de nuestras reacciones  motrices son conscientes y provocadas por una sensación consecutiva de ella misma a un estímulo externo,   sin ser, propiamente hablando un estímulo voluntario.   En conclusión se nos dice en esta parte del libro que en nuestra sociedad la serie de movimientos y actos que constituyen una reacción de reflejos son los que se imitan involuntariamente a través de la percepción de los mismos actos o movimientos.

Por otra parte, en el capítulo seis se nos dice que  el contagio de los estados afectivos es un fenómeno  indudable. Es uno de los mecanismos de contagio más simples que hay,   es esa tendencia de los seres humanos a identificarse con los estados afectivos o emocionales  de los otros, siempre y cuando estos estados le sean revelados por determinados medio de expresión.   Como ya se ha mencionado más arriba los actos reflejos son eminentemente contagiosos; si es verdad que las representaciones mentales encierran elementos motores, que toda emoción tiene por manifestación las reacciones motoras entrañara la reproducción  del estado emotivo correspondiente. Bastara entonces con decir que las manifestaciones exteriores de la emoción sean contagiosas para que los estados afectivos también lo sean.

De estas emociones primitivas surgen otras emociones verdaderamente humanas, en relación con imágenes cada vez menos concretas. Son clasificadas en: sentimientos religiosos, morales, estéticos e intelectuales. En este capítulo (capítulo ocho) se explica las relaciones que se crean a partir de cada uno de estos sentimientos. Estos sentimientos son considerados como “las emociones superiores” que son despertadas por las percepciones de orden exterior y por las imágenes mentales y conceptos.

A su vez, esta percepción de conceptos  nos conduce al contagio de ideas (capítulo nueve), el cual surge cuando esos conceptos poseen un valor emotivo. Este capítulo trata básicamente sobre el importante papel que tienen los estados afectivos en el contagio de ideas. 

Otro aspecto tratado en las líneas de este primera parte es el contigo de las acciones consideradas como voluntarias; nos dice que para que una acción sea voluntaria depende de nosotros el que se cumpla o no. No se trata pues de un acto perceptivo-motor. Y después no explica las condiciones por las cuales se da el desarrollo del contagio mental.

En la segunda parte del libro, básicamente se tratan temas de patologías que desencadenan un contagio mental en los individuos. Como por ejemplo en personas neurópatas, intoxicadas, degenerados, etc., se ha demostrado que  tienden a contagiarse de actos impulsivos, de ideas delirantes de toda naturaleza. 

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